lunes, 27 de agosto de 2007

Buscando


Dicen en la ciudad que hace algunos años, las parejas se conocían en fiestas de clase homogénea, reuniones políticas, religiosas, en las playas y clubes, etc. Círculos afines que ofrecían la seguridad de compartir ciertas creencias básicas.

Con el tiempo, los espacios de creencia común han ido desapareciendo o su importancia se ha ido reduciendo: ¿será porque apenas si tenemos tiempo de creer y soñar?.

Hoy lo que se usa es vivir al día, disfrutar cuanto se pueda el presente. Y ni la fe ni la política parecen tener espacio.

Yo que estoy en edad de merecer, aún vivo en el mundo de la política y la religión, y eso me toma el tiempo que otros dedican a buscar, encontrar o seleccionar pareja. Pero no puedo quedarme abajo mientras parece dejarme el tren, por lo que me inscribí en un curso de baile y terminé bailando con el profesor; aunque soy moderno, bailar con otro hombre no es precisamente lo que buscaba y cansado del baile, pensé en los gimnasios como un espacio de conversación.

Recorrí sedes y horarios, maquinas y spinning, natación y aeróbica, y sabes qué: nada. No puedo decir que todo haya salido mal. Hay casadas insatisfechas que parecen oler mis hormonas revolucionadas. No lo pasé mal, pero no era lo que buscaba.

Cómo decirte. Busco una compañera. Una mujer que disfrute lo que disfruto, que se dé el tiempo que me doy, una amiga, una pareja. No sólo quiero cama: Quiero corazón. Como dice el cubano, “carne y deseo tambien”.

Me metí a yoga sólo para probar, y de nuevo, no lo paso mal, pero me rindo a la evidencia: no es lo mío.

Y así. No quiero aburrirte con las cosas que he intentado, con las veces que me quedé con ganas de conversar, y las veces que hubiera preferido no hacerlo. Parece no haber remedio para mi suerte. O mi mala suerte. Quizás sea por eso que tantos se juntan, se casan, se separan. Quizás sea porque sea muy poco lo que realmente compartan.

Así, hay pocas cosas que me quedan por hacer, y por eso ahora me dio por escribir. Por escribirte. Por eso me vine a este café; porque en sus mesas he leído mis diarios mientras el tiempo pasa. Porque aquí está el aroma que me gusta, porque aquí me conocen y no tengo nada que aparentar. Porque dependiendo de la hora del día, veo los solteros, los separados, los de desayuno largo, los desocupados, o los que como yo, simplemente, vienen a buscar inspiración.

El escritor dejó flotando esa frase. Siempre le es difícil comenzar después de palabras como esas. Entonces hizo una seña al barman, tomó su taza y se instaló en la terraza. Encontró la última de las pocas mesas aún destinadas para fumadores. Hurgó sus bolsillos, sacó la cajetilla de papel blando, tomó un pitillo haciendo pinzas con dos dedos y lo fue retirando lenta y delicadamente del envoltorio, haciendo sentir en las yemas de sus otros dedos la frotación del cigarrillo con el papel.

Pasó el cigarrillo frente a su nariz, al tiempo que llenaba los pulmones de aire aromado, por el lado del filtro dio tres golpes sobre la mesa para compactar el tabaco en su interior. Lo llevó a la boca lentamente, disfrutando como pocas veces el momento, encendió un cerillo y lo acercó.

En las décimas de segundo que demoró, una presencia, casi una alucinación, una mano de mujer y una voz:

- tienes fuego por favor?

3 comentarios:

Si, soy yo... dijo...

que lindas palabras :)

laura dijo...

Muy bueno, muy lindas descripciones, Me encantó esa cadencia lenta, medio poética. Musical. Me encantó

laura

Cecilia dijo...

Buenísimo y entretenido, no respiré hasta que leí el último párrafo,
Cecilia