Soli d'inverno è cosa da morire!
Soli! Mentre a primavera
c'è compagno il sol!
(La Bohème – Puccini)
Hace frío en la ciudad, un frío que cala profundo en el cuerpo y hace visibles o sensibles nuestros propios huesos.
Se está acabando el mes de agosto y toda la ciudad parece aguardar con ansias el fin del invierno,
Para Ariel ha sido ha sido lejos su invierno más frío. Por fuera, por dentro, en el corazón.
A mirarlo allí, sentado en el banco de una plaza, lanzando con desgano algunas migajas de pan, parecería una estatua más de no mediar un escaso movimiento. Tiene los ojos vidriosos, demasiado húmedos y aunque mira, la verdad es que ya no ve.
Pasa horas allí, haciendo que pase el tiempo y perpetuándose en aquellas sucias aves urbanas que ayuda a alimentar.
Hace un año era un exitoso empleado de una multinacional de la tecnología, llevaba por el mundo un pecho ancho repleto de futuro. Aunque no era particularmente expresivo de su situación, por donde pasare iba dejando el pegajoso aroma a éxito.
Ahora lo ha perdido todo. Su último recuerdo es de aquel día en que perdió lo último realmente valioso que le quedaba… las ganas. No hay mucho que contar respecto del còmo fuero sucediendose los hechos, pero la caída fue más brusca de lo que cualquiera pudo alguna vez imaginar.
Primero el abandono de una novia respecto de la cual durante meses se vanaglorió de carecer de todo sentimiento de dependencia. Ariel no creía que su unión fuera profunda y se jactó de su libertad.
Pero ella se fue después de una discusión banal.. Y durante días el aseguró que se trataba de algo pasajero. Nos va a hacer bien, pensaba. Estaba tan tranquilo que en restaurantes se daba el gusto de coquetear alegre con chicas de otras mesas.
Ese primer fin de semana solo, en medio de dudas decidió llamarla, estaba incluso dispuesto a disculparse si era necesario, la quería cuanto antes junto a él; no quería estar solo el sábado a las doce de la noche. No quería llegar al boliche sin ella.
Pero nadie contestó sus llamadas, nadie respondió sus mensajes.
En su burbuja de orgullo, Ariel estaba tan seguro que llegaría, que se duchó, eligió la ropa con gusto y se preparó. Vestido sacó algo de jamón, queso, unas semillas, dos copas y el vino blanco del frío. Puso música y espero. Despertó a las tres, vestido, con la botella a medias en la mano.
No volvió a salir del departamento mientras ella no llegara le dijo un día al jefe cuando lo llamó. Y el desgaste cuesta abajo nunca más paró. Como ya se dijo, fue perdiendo todo. Todo. Y se olvidó. Perdió memoria y futuro. Se quedó con un presente sin juicio, un presente de foto, solo pasa lo que se ve.
Una vida hecha de fotogramas que sólo unidos y a cierta velocidad muestran algún movimiento.
En ese momento, y caminando sin rumbo, descubrió la plaza en la que ahora está. Entonces sus ojos se llenaron de verde y el verde se fue haciendo amarillo.
Alertada por amigos, ella lo miró un día desde un auto. No tuvo fuerzas para bajar. Ese ya no era él. Se fue con el cuerpo lleno de culpa y nostalgia. Pero se fue. Y no quiso volver.
Se acaba el mes de agosto y esperamos que se acabe el frío. Ariel espera que se acabe el día. Ya no estará en primavera.
Hace frío en la ciudad, un frío que cala profundo en el cuerpo y hace visibles o sensibles nuestros propios huesos.
Se está acabando el mes de agosto y toda la ciudad parece aguardar con ansias el fin del invierno,
Para Ariel ha sido ha sido lejos su invierno más frío. Por fuera, por dentro, en el corazón.
A mirarlo allí, sentado en el banco de una plaza, lanzando con desgano algunas migajas de pan, parecería una estatua más de no mediar un escaso movimiento. Tiene los ojos vidriosos, demasiado húmedos y aunque mira, la verdad es que ya no ve.
Pasa horas allí, haciendo que pase el tiempo y perpetuándose en aquellas sucias aves urbanas que ayuda a alimentar.
Hace un año era un exitoso empleado de una multinacional de la tecnología, llevaba por el mundo un pecho ancho repleto de futuro. Aunque no era particularmente expresivo de su situación, por donde pasare iba dejando el pegajoso aroma a éxito.
Ahora lo ha perdido todo. Su último recuerdo es de aquel día en que perdió lo último realmente valioso que le quedaba… las ganas. No hay mucho que contar respecto del còmo fuero sucediendose los hechos, pero la caída fue más brusca de lo que cualquiera pudo alguna vez imaginar.
Primero el abandono de una novia respecto de la cual durante meses se vanaglorió de carecer de todo sentimiento de dependencia. Ariel no creía que su unión fuera profunda y se jactó de su libertad.
Pero ella se fue después de una discusión banal.. Y durante días el aseguró que se trataba de algo pasajero. Nos va a hacer bien, pensaba. Estaba tan tranquilo que en restaurantes se daba el gusto de coquetear alegre con chicas de otras mesas.
Ese primer fin de semana solo, en medio de dudas decidió llamarla, estaba incluso dispuesto a disculparse si era necesario, la quería cuanto antes junto a él; no quería estar solo el sábado a las doce de la noche. No quería llegar al boliche sin ella.
Pero nadie contestó sus llamadas, nadie respondió sus mensajes.
En su burbuja de orgullo, Ariel estaba tan seguro que llegaría, que se duchó, eligió la ropa con gusto y se preparó. Vestido sacó algo de jamón, queso, unas semillas, dos copas y el vino blanco del frío. Puso música y espero. Despertó a las tres, vestido, con la botella a medias en la mano.
No volvió a salir del departamento mientras ella no llegara le dijo un día al jefe cuando lo llamó. Y el desgaste cuesta abajo nunca más paró. Como ya se dijo, fue perdiendo todo. Todo. Y se olvidó. Perdió memoria y futuro. Se quedó con un presente sin juicio, un presente de foto, solo pasa lo que se ve.
Una vida hecha de fotogramas que sólo unidos y a cierta velocidad muestran algún movimiento.
En ese momento, y caminando sin rumbo, descubrió la plaza en la que ahora está. Entonces sus ojos se llenaron de verde y el verde se fue haciendo amarillo.
Alertada por amigos, ella lo miró un día desde un auto. No tuvo fuerzas para bajar. Ese ya no era él. Se fue con el cuerpo lleno de culpa y nostalgia. Pero se fue. Y no quiso volver.
Se acaba el mes de agosto y esperamos que se acabe el frío. Ariel espera que se acabe el día. Ya no estará en primavera.
2 comentarios:
Terrible. Me tocó en lo más profundo.
Invade todos los sentiods, se apropia de sentimientos que trato de no sacar a la luz. Pero estas voces me arrastran.
Realidad y ficción, se me mezcla todo.
laura b
Hay tantos Arieles en el mundo. Tanta gente que se pierde lo mejor por mirarse sólo a ellos mismos, y tan poca gente capáz de describirlos con tanta prolijidad.
Me encantó y a la vez me provocó sentimientos de pena y ganas de revertir el final. Como diría un amigo, típica mentalidad de mina.
Cecilia
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